Hay billaristas como Raymond Ceulemans, que logró innumerables títulos mundiales. Hay deportistas como Frederic Caudron, uno de los más espectaculares jugadores del momento, capaz de alcanzar promedios superiores a 5. Hay profesionales brillantes en la escena, como Dani Sánchez, Blomdahl, Jaspers, Merckx, que acaso resumen entre sí todo el conocimiento y la técnica moderna del juego a tres bandas.
Hay por supuesto, jugadores locales que han hecho historia: los hermanos Navarra, Carrera, Doyarzábal y por supuesto nuestros créditos actuales -y locales-, Chochi Berardi y Fabián Oliveto.
Pero hay un jugador más grande. Un billarista distinto. Un artista en la pizarra. Amato. Simplemente, el mejor.

Amato supera todos los límites del billar. Entiéndase bien: los límites de


Por cierto, este misterio ha tenido en desvelos a más de un profesional. Basta preguntarle, a tal fin, al reconocido campeón Chochi Berardi, quien entre otras cosas ha manifestado: "nene, Amato me vuelve loco", "sacámelo de ahí que desde que llegó no hago una carambola", "René, no le abras la mesa que la rompe" son sólo algunas de sus observaciones cotidianas.
Amato es un incomprendido. Prueba de ello es este video que pone al desnudo su talento natural no sólo para el noble arte del billar, sino para otras manifestaciones artísticas:


También es muy común observar a los más novatos inmersos en las notables historias que nos regala Amato. Anécdotas que para algunos son algo repetitivas, pero para quienes valoran el acervo cultural de este prócer de las tablas no deja de revelar, en cada repetición, una nota nueva, algo que merece ser revisado.
Uno de los más funestos episodios que tuvo como víctima al gran Amato se produjo en el Torneo Homenaje a Chochi, ocurrido en 2007 en los 36 Billares. Allí en ocasión de un intermedio entre partidas, el Rey solicitó respetuosamente que le abrieran una mesa, frente a la mirada curiosa de Ceulemans, Caudron & Cía. Ante la sórdida negativa de los encargados de la organización, Amato montó en cólera.
No me abren la mesa

El incidente trajo consigo aristas que aún no tienen respuesta. Amato, indignado, hizo valer sus derechos, firme en su tradicional consigna: "no me abren la mesa". Pero ese día, sus nervios lo traicionaron, y su dentadura postiza estuvo a punto de colapsar de su cavidad bucal para impactar sobre la frente de Raymond Ceulemans, quien pese a sus avanzados conocimientos de español, no comprendía el motivo de la discusión. Al tiempo que, en el medio del escándalo, un sujeto de identidad desconocida aprovechó la oportunidad para birlar el reloj del belga.
50.000 euros la carambola

Sentido común
Recuerdo una oportunidad en que al grito de "no me abren la mesa", el gran Amato logró convencer al jefe de sala del billar para que le habilitaran una mesa. Acto seguido, el gladiador de las bandas comenzó su entrenamiento, para deleite de los presentes. Inició su rutina de manera suave, practicando carambolas de 6 bandas (no hay que esforzarse en frío, por supuesto). Mientras tanto, a viva voz, pregonaba orgulloso: "fecha y hora para el desafío! 50.000 euros la carambola!".
Tras los primeros 75 tiros, y no habiendo logrado una sola carambola, el rostro de Amato fue cambiando, y sus arengas fueron tomando otro tono. A esa altura su lucidez y fino criterio le permitió modificar la tarifa: "dénme dos meses y estoy listo! 10.000 euros la carambola!".
Tras los primeros 75 tiros, y no habiendo logrado una sola carambola, el rostro de Amato fue cambiando, y sus arengas fueron tomando otro tono. A esa altura su lucidez y fino criterio le permitió modificar la tarifa: "dénme dos meses y estoy listo! 10.000 euros la carambola!".
El inquebrantable Amato continuó su práctica. Al cabo de 120 tiros, su anotador se mantenía en cero. Eso sí, ya estaba en caliente probando ejecuciones de once tablas. Pero frente a los hechos, manifestó: "tengo que ajustar el taco! 1.000 dólares la carambola!".
Tras aproximadamente 250 ejecuciones, las carambolas
de Amato llegaban a la suma de dos: la primera, producida cuando la bola jugadora retrucó trece veces sobre la roja, en una maniobra brillante que nadie pudo entender, obviamente, por su genialidad. La segunda carambola ocurrió cuando la bola jugadora abandonó inesperadamente la mesa para rebotar en el techo del recinto (una banda) luego en la pared lateral (dos bandas) y luego ingresó nuevamente a la mesa, tocó una banda, y magistralmente impactó sobre la bola de llegada. Una fantasía inigualable. Pero Amato en su humildad, arengó: "bueno, 25 pesos la carambola, o la jugamos por un café". Un caballero del taco y bola.


Juguemos el billar que soñamos. Aprendamos de Amato.
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