sábado, 13 de junio de 2009

Las excusas del billarista

Bueno mis queridos compañeros de ruta de los 36 Billares, doy inicio a este blog que pretende ser un pequeño aporte a la cultura de este noble juego -acaso deporte?-, que conlleva distintas viscisitudes aplicables al terreno de la vida.
Creo que para empezar, me fui a la merda. No importa, yo soy así.
Tratemos de educar al visitante no ducho en estas lides (que no tiene por qué saber qué hace el sujeto de la izquierda con cara de yo no fuí apuntándole a esas tres bolitas de colores, en una actitud que parece que estuviera a punto de descubrir el origen del universo).
El billar es probablemente el juego o deporte de precisión más difícil que existe (posiblemente en competencia con el snooker, pero esto es sólo una opinión personal). Está constituido de tres elementos básicos:

1) Mesa de juego, de forma rectangular, cercada por cuatro bandas y cubierta con un paño por lo general de color verde. El área de juego de la mesa está basada en una superficie de pizarra de nivelación perfecta (o casi), a los fines de que el rodamiento de las bolas sea el más exacto posible.

2) Tres bolas de aproximadamente 6 cm de diámetro; una de color blanco (jugadora), otra de color amarillo (también jugadora) y otra de color rojo.

3) Tacos para la ejecución de los tiros.

El juego consiste, lisa y llanamente, en impactar con la bola jugadora sobre las otras dos (la rival y la roja). Cuando esto ocurre, se anota una "carambola", que equivale a un punto. En la modalidad de tres bandas, la variación consiste en que la bola jugadora debe obligatoriamente tocar por lo menos tres bandas de la mesa hasta impactar sobre la segunda bola de llegada. En argentino: el que tira con la amarilla, por ejemplo, le pega a la blanca; la amarilla dá un paseo por la mesa, tocando al menos tres bandas antes de pegarle a la segunda bola (en el caso de este ejemplo, la roja). Listo el pollo.

Simple, verdad? pero NOOOOOOOOOO! el asunto es una verdadera reunión de negros ombós, tradicionalmente conocida como KILOMBO. Si se pretende alcanzar un nivel medianamente aceptable en esta disciplina, el avezado taqueador deberá asumir años de entrenamiento para lograr un mediocre nivel de 0,50 (es decir una carambola cada dos entradas). Menuda empresa que nos dejará lejos de placeres cotidianos.
Y en muchos casos de las obligaciones. Tal es así que un billarista de pura cepa es capaz de abandonar todo por cualquier cuestión que lo relacione con el juego. A continuación algunas excusas tradicionales, recopiladas al escuchar a mis camaradas:
  • La excusa básica: "vieja, estoy en la calle en el medio de una manifestación y no llego para la cena; escuchá el ruido de la gente (el ruido de los muchachos de la sala); no puedo más, comé vos, comé no te prives, yo me arreglo con un sanguchito (terrible cena gourmet en lo de Víctor) y después nos vemooooos!"


  • La excusa de negocios: "Hola bombón, no sabés cómo te extrañé todo el día. Mirá que bronca, voy a llegar más tarde, se me acaba de presentar una oportunidad de negocios con el gerente de compras de Sarasa S.A. que casualmente es un fanático del billar y yo no sabía. No me esperes a cenar, porque aparte ando medio mal del estómago. Deseame suerte, besitos!"
  • La excusa del celular sordo: "hola... hola... hooooooola? no te escucho, estos celulares de mierda, escuchame mi amor Nextel cada vez anda peor, y cada vez más caro! yo no te puedo escuchar pero si vos me escuchás es para avisarte que llego tarde, con esto del celular se me atrasó todo y no llego con el bussiness plan en la empresa..."
  • La excusa de Smodlaka: "hola? hola? queeeeeé? cóooomo? después te llamo". Brillante.

En fin, existe un sinnúmero de coartadas que nos anclan a la famosa mesa que no nos deja escapar. Compañeros, digamos las cosas: nuestras mujeres (esposas, concubinas, novias, amantes, eventuales) están histéricas por nuestro proceder y claman a gritos una venganza que no tendrá lugar, ya que nosotros continuaremos con la cruzada aunque la hora de billar cueste cincuenta mangos.

Más aún: pondremos nuestra mejor cara de feliz cumpleaños cuando, al llegar a las 02.00 am, pretendamos justificarlo.

Porque nosotros, los billaristas, SOMOS ASÍ.

Y como le dijo Emilio Disi a Dorys Del Valle cuando se separaron: "bueno Dorys... te voy dejando, eh?".

Hasta el próximo post.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vasco 1
Puedo coincidir o disentir con algunos de los comentarios del amigo Heavy, una vez le preguntaron al cómico español Gila si quería más a su esposa o a la vaca, el contestó "son amores distintos", creo que con el billar pasa lo mismo.
Yo tengo la suerte de tener una mujer muy inteligente además de otros atributos que no voy a mencionbar aquí, que sabiendo mi pasión por este juego una vez me dijo, tengo que aprender a querer el billar porque sino te parto, esto hace que los tres seamos muy felices, por ahora no debo mentir para poder jugar.
Aunque creo que a veces las salas de juego son un club de corazones solitarios, y un multiconfesionario donde los hombres charlamos de futbol, burros, política, mujeres, y de acuerdo a los interlocutores hasta de cultura general, es un típico reducto Discepoliano donde encontramos inexorablemente la biblia junto al calefón.

Anónimo dijo...

antes ,q nada creo q desde hace untiempo, estoy aprendiendo a qerer , lo q es todo referido al billar , ya q mi amado,es un fans de este juego , lo primero esta el billar .